miércoles, 6 de agosto de 2014

El Capital y la Crisis: el elemento fundamental de nuestro sistema económico.


El vivir la reciente crisis lleva a preguntarnos por las causas de la misma en el deseo de no volver a repetirla. Nuestro sistema económico no deja de ser un conjunto de prácticas, más o menos reguladas, con la finalidad de obtener un beneficio individual o colectivo sujetas, como de hecho hemos padecido, a muchas contradicciones. Nos advierten además que el Capitalismo no soluciona nunca sus contradicciones internas sino que las expande geográficamente.

Si realizamos un análisis de la reciente crisis en esa búsqueda de las posibles causas podemos enumerar una serie de ellas:

  • La fragilidad humana: está en nuestra naturaleza la avaricia, la corrupción o la necesidad de poder. Algo intrínseco a nosotros que "parece" que no podemos en el fondo combatir.
  • El fallo institucional: errores de regulación de las instituciones encargadas de vigilar por el cumplimiento de las normas.
  • Fallo teórico: teorías económicas equivocadas como la de la eficiencia de los mercados que se siguieron sin ver su posible falta de adecuación a la realidad.
  • Factores culturales: como el denominado Capitalismo anglosajón y su apetito por la propiedad que llevo a la creación de las hipotecas basura.
  • Fallos de la política: demasiada regulación sobre las personas o prácticas equivocadas dejando campar a sus anchas capitales o personas en actividades que luego resultaron ruinosas.
Detrás de todos estos posibles fallos que provocan las crisis,  subyace un elemento fundamental  de cuyo análisis extraeríamos grandes enseñanzas para evitar futuras crisis y que es la base de nuestro sistema económico: el Capital. Una definición clásica del mismo nos expondría que el Capital es un conjunto de medios de producción (materias primas, máquinas, locales, etc.) invertidos en las actividades con ánimo de lucro. El capital se complementa con el trabajo, con el fin de generar un producto que será vendido en el mercado. El capital incluye una vertiente financiera: la riqueza poseída bajo forma de títulos financieros, como las acciones que tiene valor de título de propiedad sobre una parte de la empresa.

Más recientemente el economista francés, Thomas Piketty, ha asimilado capital y riqueza como equivalentes ya que no distingue entre riqueza que sirve para producir (capital) o riqueza que sirve para habitar (casas). Las posesiones inmobiliarias para él estarían también incluidas dentro de una definición de Capital (esta inclusión ha sido ampliamente criticada ya que no es capital productivo). Siguiendo su definición de Capital, Piketty nos demuestra que en el análisis histórico de la dinámica del ratio de Capital/PIB los poseedores del Capital (riqueza) obtiene un retorno (r), que es superior al crecimiento de la economía(g) y de aquí su aclamada fórmula:  r>g .Su teoría fundamental es que los poseedores del Capital al obtener mas retorno (r) que el crecimiento de la economía (g), aumentan y acumulan cada vez mayor riqueza, que pueden dejar en herencia, incrementado a su vez la relación entre el Capital vs. PIB (en Francia por ejemplo, el valor de todo el capital supera 6 veces, el 600%, el valor del PIB francés de un año). Esto provoca cada vez mayor desigualdad social en la población que solo posee su fuerza de trabajo y no tiene Capital; formando a su vez élites que sólo dependen de heredar e invertir ese capital sin realizar ningún esfuerzo.

Existen numerosas críticas a la definición que Piketty hace del Capital. Quizás la más acertada y de la que se extraen grandes enseñanzas para la comprensión de nuestra crisis, es la que realiza el profesor inglés David Harvey: para él, el Capital no es una cosa (un stock) sino un proceso en el que se expide continuamente dinero en busca de más dinero. Los que ponen en movimiento el dinero (Capitalistas) son muy diversos: desde los financieros que tratan de obtener más dinero prestando a cambio de un tipo de interés; los comerciantes que tratan de comprar barato y vender caro; los terratenientes que obtienen rentas de la tierra y propiedades o los bolsistas que intercambian títulos con un beneficio en la permuta. Desde el siglo XVIII el capital que se hizo dominante es el industrial o productivo que combinando capital, fuerza de trabajo y medios de producción obtiene una mercancía que vende en el mercado. El capital es pues un proceso de circulación en el que a menudo el dinero se utiliza para hacer más dinero, aunque no exclusivamente, a través de la explotación de la fuerza de trabajo.


En la circulación del capital es muy importante la continuidad del flujo. El proceso no se puede interrumpir sin sufrir pérdidas (las crisis devalúan o hacen perder el capital empleado). También existen fuertes incentivos para acelerar la velocidad de circulación al obtener mayores beneficios los pioneros frente a los competidores. La circulación de capital también supone su movimiento espacial: el dinero se reúne en un lugar particular y se lleva a otro para utilizar los recursos de trabajo que provienen de otro sitio y producir así a menor coste la mercancía o servicio deseado. Este flujo de capital intenta evitar fricciones internas (laborales)  y barreras espaciales (aranceles) que históricamente el Capitalismo siempre ha tratado de reducir.

Pero ¿por qué hay que reinvertir, expandir y acumular sin límite capital en vez de disfrutar plácidamente de él?.

Harvey nos expone que si un Capitalista no reinvierte y se expande, mientras algún rival si lo hace, es probable que al cabo de un tiempo quede fuera de negocio o su capital se devalúe. Es la consecuencia de estar sometidos a las leyes coercitivas del mercado: hay que proteger el capital y expandir su cuota reinvirtiendo. El dinero es además una forma de poder social deseable, de la que se pueden apropiar personas privadas y que no tienen ningún límite intrínseco.

En ausencia de límite o barreras, la necesidad de reinvertir a fin de seguir siendo rico impulsa a los capitalistas a expandirse exponencialmente, lo que crea una necesidad perpetua de hallar nuevos campos de actividad para absorber rentablemente el capital reinvertido. Aparece así una nueva contradicción en la necesidad de lograr un crecimiento compuesto y acumulado perpetuo para mantener el valor capital y que cada vez es más difícil de conseguir (crecimiento del PIB al menos como la media histórica de un 3%). Esto provoca  a su vez la necesidad de invertir en burbujas de activos y burbujas regionales, en una acumulación por despojo (por ejemplo de las materias primas de Africa) más que por la expansión de la producción real; y con la perentoria finalidad de incrementar el valor acumulado del capital con las consabidas consecuencias de las crisis que hemos vivido.

La tasa de rendimiento del capital depende de manera crucial de la tasa de crecimiento porque el capital se valora por lo que produce y no por lo que paso en su producción. El capital no equivale así a riqueza como postula Piketty: el dinero, la tierra o los bienes inmobiliarios y fábricas que no se utilizan de modo productivo no son capital. De este modo, al extraer la vivienda y riqueza inmobiliaria de la definición de capital de Piketty, la previsión de un rendimiento estable (r) que es más alto que la tendencia de crecimiento del PIB a largo plazo (g) no se sostiene. Es lo que Marx denominó la contradicción central del Capitalismo: la tendencia de la tasa de ganancia a caer en el tiempo. Además si se restringe la provisión de capital a nuevas inversiones (políticas de austeridad y restricción del crédito) se puede garantizar una elevada tasa de retorno del capital existente con las consecuencias sobre la población que también tristemente conocemos.

Conocer la naturaleza del Capital nos permite así explicar las crisis actuales: al ser el capital un proceso de flujo acelerado, este se convierte en la necesidad de acumulación rentable de dinero, y en una búsqueda insaciable de rendimiento que no entiende de barreras, se apropia de los recursos necesarios y provoca las burbujas financieras y las crisis que hemos vivido. Como ya decía sabiamente Heráclito: todo fluye (panta rei).


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