martes, 29 de julio de 2014

La confusión moderna: descubriendo las estructuras de nuestra realidad.



Paradójicamente, lo más típico de nuestras sociedades avanzadas es la confusión en lugar del orden y progreso anunciado. La sociedad moderna se ha especializado en convertir en problemas de proporciones sísmicas lo que deberían ser soluciones: el desarrollo tecnológico genera paro o sobreocupación, en vez de tiempo libre; el aumento de la productividad produce crisis de sobreacumulación, en vez de abundancia; los medios de comunicación de masas alienación, en vez de ilustración.

Como expone el sociólogo César Rendueles, la influencia de macroprocesos demográficos o económicos produce un notorio desconcierto ético e individual. Padecemos un déficit cognitivo que nos impide hacernos cargo de grandes magnitudes. Gran parte de la población es incapaz de comprender reflexivamente lo que ocurre a su alrededor, inaugurando así la entrada en una nueva sociedad de la ignorancia; haciendo que la gente acabe refugiándose en actitudes escapistas, presos de una sociedad del espectáculo televisado o del último videojuego o gadget de moda.

La aparición de desproporciones estructurales en el Capitalismo que vivimos provocan crisis y cataclismos que aumentan la indeterminación y el aturdimiento de la naturaleza ética individual a la hora de enfrentarse al cómo actuar ante la gigantomaquia  en que se ha convertido lo que nos rodea. Esas estructuras que nos sobrepasan y que muchas veces no comprendemos, son las que casi inconscientemente pueden determinar nuestras vidas.

Deberemos intentar determinar qué es una estructura para poder reflexionar y saber como sobrepasarlas y así retomar el control de nuestra actuación superando nuestros límites:

El concepto de estructura no ha de ser entendido como reflejo o representación de la realidad social. El racionalismo, al modo platónico, piensa que más allá de lo individual y lo concreto, existen formas comunes y permanentes que hemos de descubrir. Estructuras que son dinámicas pero que existen como tales. Formamos parte de una realidad que nos supera, en la que estamos inmersos y que quiere comprenderse. A través de varias prácticas, fenómenos y actividades se produce significado dentro de una cultura, un cierre de sentido. La estructura tiene una existencia puramente ideal, pero no es ni mucho menos el origen de las formas sociales. Es un modelo lógico que da forma a la materia social empírica y la hace inteligible. Así por ejemplo, el sistema de parentivo no es un montón de lazos de consanguinidad entre individuos, sino una creación de la mente humana que nos agrupa en familias que acaban por  determinar nuestras vidas.

El historiador francés Fernand Braudel expone que la estructura es una organización, una coherencia y relaciones suficientemente fijas entre realidades y masas sociales. Para los historiadores es lo que domina los problemas de larga duración: un ensamblaje, una arquitectura y una realidad que el tiempo tarde en desgastar. Las estructuras constituyen sostenes y obstáculos. En tanto que obstáculos, se presentan como límites envolventes, de los que el hombre y sus experiencias no pueden emanciparse al convertirse en elementos estables de varias generaciones, obstruyendo la Historia, entorperciéndola y determinando su transcurrir.

Para Braudel existe una tipología de las coacciones estructurales:

  • Coacción geográfica: el hombre es prisionero de un equilibrio lentamente construido del que no puede apartarse como las ciudades, la persistencias de rutas o de marcos geográficos de civilizaciones
  • Permanencias culturales: como la herencia cultural antigua de la civilización latina.
  • Paradigmas científicos: la historia de la Ciencia se nutre de universos construidos (paradigmas) que finalmente resultan imperfectos después de siglos, pero que determinan los limites de lo pensable.
  • Sistemas económicos: viejas costumbres de obrar o pensar y marcos resistentes caracterizados por rasgos comunes que permanecen inmutables, mientras a su alrededor se producen rupturas o conmociones. Así el Capitalismo comercial es una etapa de larga duración que ha sobrevivido durante cinco siglos a todas las convulsiones.

¿Pero existe en realidad ese determinismo estructural? La Postmodernidad nos mostró la falacia de cualquier teoría determinista. Como hemos visto, la Estructura es la base teórica, la abstracción de la realidad mientras que el Sistema es algo incardinado en la Historia, algo orgánico y que esta ocurriendo, hechos articulados en un suceso como nuestro Sistema económico Capitalista.

¿Es la teoría quien dirige la Historia o es la Historia quien dirige la Teoría?. Seguramente no hay teoría, por orgánica y realista que sea, que pueda dar cuenta de todos los avatares de la Historia. Ni en las teorías de sistemas complejos pueden estudiarse todas las variables en juego en un sistema como el económico mundial. Las teorías por sólidas que sean no eximen del colapso (como hemos podido comprobar en las recientes crisis). Tenemos claro cuál es la estructura económica del libre mercado, pero nunca podemos estar seguros de encontrarnos ante un sistema verdaderamente de libre mercado. 

No hay determinismo teórico. Si hay obstáculos y límites virtuales. Afortunadamente la vida está para superarse y permitirnos superarnos. Ahí radica la esencia y grandeza del Ser Humano: de lo que somos pero también de lo que podemos llegar a ser. El determinismo es en el fondo una actitud a nuestro alcance: es algo que nosotros decidimos, pues es  individual, en nuestro carácter ético de luchar por superar las limitaciones.


martes, 22 de julio de 2014

La gran conversación clásica: la mirada Griega.



Caminar, dar un paso tras otro paso es en sí mismo ya una manera de avanzar. Iniciar un recorrido es una forma de movimiento. La estática está ligada al inmovilismo, la conservación y el estancamiento; la dinámica del caminante es, en cambio, la que realmente va definir nuestro periplo vital: lo que queremos ser, donde queremos llegar y lo que deseamos para nosotros y los demás. Un recorrido no exento de riesgos, complicaciones o malos momentos, pero donde con seguridad lo importante radica en saber hacia que lugar fijar la mirada para no perder la referencia o constante que guíe nuestros pasos y nos de el impulso que a veces necesitamos para continuar.  Y es en el espacio que nuestra Antigüedad Clásica nos legó, donde podemos encontrar esa patria de sentido que llene de serenidad, templanza y sabiduría esta acelerada, estresada y vacía vida postmoderna que por momentos nos sobrepasa, desconcierta y nos deja exhaustos.

Caminar pausadamente por el ágora de Atenas o su Acrópolis fijando la mirada en sus construcciones, en sus templos, esculturas y espacios de civiles  que se mantienen allí resistiendo el paso del tiempo, nos permite participar de esa Gran Conversación que iniciaron los filósofos y artistas griegos y que aún nos sirven de referencia para tratar de entendernos a nosotros mismos y mostrarnos como debemos actuar. Grecia creció con el diálogo frente a la dictadura de la imágenes actual; en la conversación como forma de entendimiento conjunto de lo real frente al monólogo ideológico direccional de nuestra contemporaneidad.

En la nueva mirada de la ciudad con la creación del ágora como lugar de reunión cívica e intercambio de bienes e ideas frente al aislamiento individual de nuestras pantallas  y la mercantilización de toda nuestra vida actual ; donde aparecieron nuevos valores a compartir entre todos como la ciudadanía política democrática, la educación ciudadana (paideia) ,la paz, la justicia o la prosperidad frente al la cultura del éxito individualista apropiativo y la creciente desigualdad actual.

Lo más meritorio es que Grecia nos proporciona una mirada teórica al Cosmos que no renuncia a la valentía de intentar dar sentido al Todo: defiende que todo lo que existe es un Cosmos, y no un Caos. Que ese Cosmos surge de un principio o de varios; que hay una razón que ordena el Todo y que esta razón puede ser comprendida. Donde el héroe ya no es el más fuerte de los hombres, sino aquel que no teme a la muerte y no la rehuye.

Cambiaron el enfoque hacia el interior: dirigiendo la mirada hacia la persona y el alma, la preocupación por el conocimiento y el cuidado virtuoso de sí mismo y los demás (el cuidado o epimeleia del alma). El hacer que el bien supremo radique en la mayor posible cultivación del alma, mediante el ejercicio de la sabiduría y el conocimiento y la búsqueda de la prudencia moral, es otro de esos legados de esa Gran Conversación en la que podemos participar frente al sinsentido y Caos actual, los discursos de éxito egoísta individual o la dinámica de consumo compulsivo y acumulación de objetos y gadgets externos como forma de llenar fallidamente y tratar dar sentido a nuestras atribuladas vidas.

En las diferentes miradas griegas, hacia el Cosmos, la ciudad o la persona y el alma, pasamos de un Mediterráneo explicado a través de los viajes míticos de los héroes y dioses comunes como  Ulises, Jasón y Heracles a la ordenación del espacio humano, la urbanización del mundo y la aparición del ágora como centro de la vida compartida, propia de las ciudades  y colonias griegas, y a una concepción del hombre como ciudadano, dotado de alma, que asume las virtudes y las vicisitudes de los antiguos héroes y que se preocupa por el conocimiento y cuidado virtuoso de si mismo y de los demás.

En el suave movimiento del caminar sosegadamente por Atenas es cuando aparece ante nuestros ojos con claridad, fijando nuestra mirada en las diferentes miradas griegas, este fascinante referente próximo del paso del Caos al Cosmos ordenado por el diálogo y la Gran Conversación que iniciaron nuestros antepasados griegos como una Patria de sentido al alcance de todos mediante el lenguaje. Que nos orienta firmemente y nos ofrece un sentido contenido en sus monumentos y obras artísticas y de pensamiento, ante el desconcierto y nuevo caos actual, en un reflejo extraordinario de los anhelos, contradicciones y combates del hombre de hoy. Como decía sabiamente Aristóteles: allí donde haya un combate, hay también una victoria.




martes, 8 de julio de 2014

Capitalismo dislocativo: hacia la forjación de un carácter


Una de las consecuencias fundamentales, y más inquietantes, del desarrollo turbocapitalista actual es que no permite el poder desarrollar a las personas proyectos de vida con seguridad y estabilidad: cualquier planificación vital o de carrera profesional se ve dislocada por la velocidad con la que ocurren los acontecimientos, dejando a los individuos o bien relegados muy atrás presos de la falta de flexibilidad o de comprensión cognitiva de los hechos; o bien exhaustos al no poder seguir el ritmo de exigencia que se les demanda, a modo de simples elementos de usar y tirar del sistema. Hemos entrado en lo que el profesor Gonçal Mayos ha definido como Capitalismo dislocativo.

El Capitalismo que existió durante la denominada época de la Gran Moderación, que empezó tras la Segunda Guerra Mundial y que se prolongó hasta la década de los 70 del Siglo XX, se caracterizó por ser un Capitalismo de rostro humano: donde tras la destrucción que provocó la guerra, para poder legitimar y conservar el sistema económico y la democracia  y con  el concurso de valores liberales y socialdemócratas positivos, el gran impulso en el desarrollo económico de la reconstrucción fue compartido entre los diferentes estamentos sociales en la creación de los Estados del Bienestar y la aparición de las clases medias en los países Occidentales.

La situación económica no fue sin duda fácil, pero sí que permitía que mediante el trabajo, esfuerzo, estudio y voluntad de prosperar, grandes capas sociales accediesen a niveles de bienestar en su desarrollo de proyectos de vida que resultaban más seguros y predecibles que en la actualidad. Toda esta dinámica de prosperidad igualitaria, a partir de los años 70 del siglo pasado saltó por los aires en el retorno a la desigualdad inherente al sistema Capitalista, como demuestra recientemente el economista francés Thomas Piketty, en una dolorosa dislocación  por parte de este Capitalismo dislocativo de los sueños de miles de proyectos de vida humanos, dejándonos presos de la incertidumbre y angustia de no poder conseguir lo que se nos prometió. Y lo que es lo más importante: atacando peligrosamente los fundamentos sobre los que esta basada nuestra democracia moderna como la igualdad, la fraternidad y la prosperidad.

Esta situación de crisis e incertidumbre en la que vivimos actualmente es comparable quizás a la que en la Antigüedad se vivió en la época Helenística en Grecia: con el Helenismo  se disuelve la polis, que creaba un sentido comunitario político y aparece la incertidumbre de la soledad y la inseguridad. La ética aparece como alternativa a la política y se  pide a la Filosofía que proponga un arte de vivir que les oriente en un mundo cambiante e inestable. Desaparecen las preocupaciones metafísicas y cosmológicas con la pérdida del elemento teórico y político, para pasar a la preocupación exclusivamente ética con la aparición de las escuelas epicúreas, estoicas o escépticas. Lo importante era hacer feliz y digno al individuo en ese entorno de crisis e incertidumbre mediante la forjación de un carácter propio (ethos).

Es tiempo quizás de volver a defender de nuevo el Humanismo ético frente al daño que el Capitalismo dislocativo actual está causando a las personas: lo que denominamos Capitalismo es en el fondo una mera construcción intelectual que se ha convertido en una especie de Vampiro Occidental con una fuerza histórica, una violencia orgánica y que usando infinitas estratagemas se está llevando por delante ingentes cantidades de personas y proyectos vitales, presos de unas estructuras y macroprocesos que como individuos no entendemos y que nos superan.

Debemos cuestionarnos críticamente sin miedo: ¿Cual es el "telos", el objetivo final de nuestra economía? Parece que sólo el crecimiento (insostenible) por el crecimiento y la acumulación de unos pocos. ¿Puede nuestra economía tener un "telos" diferente? Sí, la construcción ética sostenible del espacio civilizado y del Ser Humano como persona con dignidad y carácter propio que sea capaz de cuidar de sí mismo (ética) y de los demás (política). La forjación de un carácter como guía vital.

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martes, 1 de julio de 2014

Psicoanálisis del Capitalismo: el imperativo del goce.


"En realidad no queremos conseguir aquello que pensamos que queremos" nos expele el filósofo esloveno Slavoj Zizek. Cuando alcanzamos lo que queremos, nuestro interés inmediatamente comienza a decaer. La magia se pierde, el objeto deja de ser de "deseo" y finalmente nos buscamos otra cosa que anhelar.

Ésta es con seguridad una de las características fundamentales del ethos y la narrativa capitalista actual. El capitalista es un discurso al que el psicoanálisis ha prestado mucha atención: es un discurso sin castración pero con entropía, se autoconsume en un exceso de ganancia que crea un exceso de pérdida. Como en las toxicomanías, un discurso marcado por la pulsión de muerte y un imperativo superyoico del goce que lo lleva aceleradamente a su consumición.

En nombre de ideales democráticos y de progreso (libertad, autonomía, crecimiento) y con el apoyo de las nuevas tecnologías, se enmascara esa voluntad de goce que no conoce límites y cuyo resorte pulsionar y entrópico es evidente: no tiene otra finalidad que ella misma. El psicoanalista Jacques Lacan expuso que los rasgos del discurso neoliberal ambicionan la anulación de cualquier  pérdida (de allí su pasión por reciclar todo, incluida la protesta) y tiene la convicción cínica de que en la vida finalmente se trata sólo de goce. Todo lo que suponga una falta o un anhelo, como el amor, no tiene lugar en el discurso capitalista salvo en condición de mercancía consumible.

Entramos de lleno en la denominada  Cultura del descarte: que no acepta  todo lo que pueda ser considerado como una pérdida: el amor, los impuestos, las normas colectivas... que eran  en su esencia los límites constitutivos del lado civilizado, lo cual nos lleva a acabar en la jungla de la pulsión de la muerte, del goce por el goce como el lado salvaje del Capitalismo. Además hay que añadir que se produce una desconexión entre la imaginación y el deseo: se crean sentimientos sobre objetos que no son reales a través del uso de las redes y que no se poseen ya que los dispositivos tecnológicos pueden recrearlos imitando su presencia.

Para el Ser humano y para la economía como ciencia social, la escasez es intrínseca a la naturaleza y crea angustia (de ahí la administración de los recursos escasos como definición de manual de la economía). Se intenta superar esta escasez mediante la técnica: el Capitalismo es una búsqueda sin fin de la productividad para luchar contra la escasez llegando a la abundancia que hace posible el desarrollo industrial.

La pulsión de vida presiona a una búsqueda del placer que es reprimida. Esta represión es de hecho una sublimación de esta pulsión en fuerza de trabajo o de creación instaurada por la Cultura. El placer no desaparece, pero es desplazado hacía la espera de un placer más grande, como es el caso de la inversión en la economía que es, según el economista Keynes, una renuncia al placer inmediato a la espera de un placer más grande. La civilización para Freud comienza desde que domina el objetivo primario del individuo: la satisfacción integral e inmediata de los deseos.

La economía y el capitalismo juegan un papel muy importante en esta "domesticación": esta tergiversación psicológica puede ser aplicada a la economía que prohibe la satisfacción desmedida de las pulsiones instintivas. El progreso y la técnica al servicio de la lucha contra la escasez ( y su reverso la angustia), están basados en la pulsión de vida que no hace desaparecer la pulsión de muerte que se muestra en la acumulación y el consumo cada vez mayor y más compusivo y en el crecimiento ilimitado de la actividad económica ante la angustia psicológica de la escasez.

Para Keynes, la vida en comunidad y la homogeneización de los individuos lleva al hombre a un sufrimiento mayor, el narcisismo de las pequeñas diferencias: el odio y la envidia al que se nos parece luchando a través de la diferencias menores. Este narcisismo juega un gran papel en la explicación del consumo de masas capitalista. Por el consumo de masas, los hombres van a ejercer un goce narcisista que no podrá nunca satisfacer el deseo profundo.

La acumulación de dinero es un medio de aspirar ilusoriamente a la inmortalidad luchando contra la angustia por el futuro y la muerte. La liquidez calma esta angustia, dando una falsa seguridad contra los riesgos inherentes a la vida. Pero una vida de abundancia no es suficiente para reembolsar la angustia de la deuda de la muerte subliminada en el imperativo del goce. En realidad no queremos conseguir aquello que pensamos que queremos, el juego se acabaría...

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