domingo, 15 de diciembre de 2013

La vida como juego: el valor intrínseco


Una de las funciones del pensar es la de imaginar nuevas posibilidades intentando escapar de las restricciones de lo posible para así poder abrir nuevos horizontes ante una mentalidad dominante en nuestros días como es la analítica, tan encerrada en sí misma y en sus conceptualizaciones de lo real como algo meramente medible.

El imaginar va ineludiblemente ligado a nuestro lenguaje y a lo narrativo que conforma también nuestra vida. A todos desde pequeños nos gusta que nos cuenten historias no solamente para aprender, sino también para compartir y explicar lo que nos rodea. Y ya desde nuestra Antigüedad mediante los mitos y la mitología se pensaba la vida y sus cuestiones más fundamentales. Un pensamiento que ha quedado arrinconado como un juego o algo meramente literario por nuestra cultura técno-científica, pero que, seguramente, nosotros como seres narrativos, íntimamente aún damos valor explicativo para expresar lo que nos ocurre o preocupa.

Uno de los mitos que pueden ayudar a explicarnos la profunda insatisfacción que vive nuestra época y la falta de orientación a la hora de saber valorar que es lo importante en la vida es el de Tántalo: fue condenado por los Dioses a pasar la eternidad sumergido en un río bajo un árbol de ramas bajas repletas de frutas. Cada vez que Tántalo intentaba coger una fruta o sorber algo de agua desesperado por la sed y el hambre, el agua se retiraba y los frutos se le escapan de la punta de sus dedos. El suplicio de Tántalo es la metáfora de la vida humana, situada bajo el signo de deseo insatisfecho, lanzada a la búsqueda de objetos siempre inalcanzables.

Imaginémonos estar siempre ante una vida consagrada a hacer una cosa para obtener otra. Lo que creemos que  tiene valor para nosotros es inalcanzable, esta más allá de nuestras posibilidades. El valor es como el agua que recula y los frutos que Tántalo roza con los dedos sin poder nunca cogerlos. ¿Hasta que punto nuestras vidas siguen ese esquema? Seguramente gran parte de las vidas humanas lo siguen fielmente. Nos vemos corriendo muchas veces sobre un cinta en la que debemos primero tener éxito en la escuela, para después tener una buena educación universitaria y así obtener un buen trabajo que nos permita ganar dinero y fundar una familia. Es una forma de vivir donde lo que deseamos, o a lo que damos valor, es determinado externamente o según las situaciones sociales, muchas veces es inalcanzable. Estamos bajo la condición ejemplar de Tántalo.

Pero existe afortunadamente una alternativa ante esta situación vital: sólo hace falta encontrar un fin, aunque sea puntual, a este ciclo vicioso bajo la forma de una cosa que nosotros deseemos por lo que nos puede aportar más que por ella misma: una cosa que nosotros queramos por lo que ella únicamente es. Por su propio interés intrínseco. ¿Qué hay en esta vida que tenga realmente valor? Hay muchas actividades que tienen un valor meramente instrumental: el trabajo es su concepción más pura es el ejemplo por excelencia de esta lógica de hacer algo para obtener otra cosa. Trabajamos porque queremos ser pagados y ganar dinero. Podemos concluir que en el trabajo no encontraremos el sentido de la vida y esto seguramente limita el campo de actuación a las actividades que realizamos por lo que ellas son.

Estas actividades que practicamos por su interés propio son las relacionadas con las diferentes formas que toma el juego. La fascinación por el juego no es otra que la fascinación de hacer una cosa más que por ella misma y no por otra razón instrumental.  Es algo que los niños saben instintivamente y que los mayores hemos olvidado porque nos hemos convertido todos en Tántalos modernos. Son las cosas que nosotros hacemos por su valor intrínseco las que realmente merecen la pena de ser vividas. Todo el resto son cosas que nos vemos obligados a hacer por su valor instrumental y por lo tanto, olvidables.

Y ya también el gran filósofo austriaco Wittgenstein nos exponía que en un mundo moderno donde no hay una fundación absoluta para el lenguaje lo que debemos hacer es jugar: las palabras no nos hacen estar más cerca de la realidad , las palabras adquieren sentido cuando las usamos. No hay nada trascendente, no hay una perfección fundacional del mundo. Solo en el juego que jugamos el mundo adquiere sentido. Creemos en la práctica no porque este más cerca de la realidad sino porque es el juego en el que estamos dentro. Nos comprometemos con las prácticas (juegos del lenguaje) con entusiasmo, con rigor, pasión y confianza porque estas prácticas nos ayudan a enfrentarnos a la realidad . Cualquier evaluación del juego o de la situación está fuera de esa situación y por lo tanto no es posible.

El suplicio de Tántalo no hace más que murmurarnos una cosa que puede acabar con nuestras insatisfacciones y dramatismos y que los niños ya saben y nosotros hemos dejado pasar: el sentido de la vida es que la vida no es más que un juego.




domingo, 8 de diciembre de 2013

Estudiando la Felicidad: de la conformidad al sentido


Vivimos ciertamente en una sociedad permisiva en la cual uno de sus mecanismos de funcionamiento, que parecen menos evidentes, es que en vez de prohibir hay que intentar que se desee lo que se quiere. El poder en vez de ser autoritario ahora debe seducir. Tenemos el deseo de regular y  lejos de intentar saltarnos las reglas como ocurría anteriormente,  las reglas y las normas son fuentes de placer para muchos cuando deben vigilar como aplicarlas. Construimos normas y regulaciones para nuestro bienestar pero al mismo tiempo el deber se convierte en un placer.

El filosofo Slavoj Zizek nos advierte que podemos encontrarnos ante un totalitarismo democrático en el cual se nos demanda a realizar nuestro deber o trabajo y además disfrutarlo y nos sentimos mal sino nos sentimos bien haciéndolo. Estamos ante una nueva forma de conformidad, más sutil si se quiere, pero siempre presente. Tienes que amar lo que debes hacer, el ser feliz se convierte en el nuevo mandamiento pero si nos detenemos a pensar quizás realmente no deseamos lo que queremos.

Desde el punto de vista de las Ciencias Sociales se comienza a estudiar la felicidad como un fenómeno. La felicidad es definida como un estado subjetivo de bienestar. La felicidad es algo que sentimos. En un sentimiento de placer inmediato o una sensación de conformidad y bienestar con la forma en que nuestra vida discurre. De los diferentes estudios que se han llevado a cabo el descubrimiento más importante es que la felicidad no depende realmente de nuestras condiciones objetivas o de la riqueza de nuestra sociedad. Al contrario, la felicidad depende por encima de todo, en la correlación entre las expectativas y las condiciones. Esto significa que no se es más feliz porque nuestra condición objetiva sea x. Se es más feliz porque nuestras expectativas, cualquiera que estas sean, se han cumplido.

Esta linea de pensamiento sobre la felicidad tiene fuertes implicaciones a la hora de analizar la historia de nuestras sociedades. Uno de estos mecanismos descubiertos de la satisfacción humana es que cuando los cosas mejoran, nuestras expectativas se disparan. Esperamos mucho más cuando se produce una significativa mejora de las condiciones objetivas y esto nos lleva a la insatisfacción porque esperamos más que antes y más si tenemos el mandato moderno de ser felices a toda costa.

Otra interesante conclusión de estos estudios es que si la felicidad esta determinada por las expectativas, dos de los pilares centrales de nuestra sociedad moderna como son los medios de comunicación y la publicidad, no están trabajando precisamente para asegurar el bienestar con sentido sino para que la gente no se sienta bien a pesar de la gran mejora objetiva en las condiciones materiales de nuestra sociedad. Al exponernos continuamente a mejores productos y formas de vida trabajan en incrementar nuestras expectativas para que consumamos más.

La felicidad también se ha estudiado desde otros ámbitos del conocimiento como el de la Biología y llegan a conclusiones similares a los científicos sociales de lo subjetivo de la felicidad aunque con una perspectiva diferente. Los biólogos argumentan que nuestro mundo mental y emocional esta gobernado por mecanismos bioquímicos que fueron modelados durante millones de años de evolución. Como otros estados mentales, nuestra felicidad, nuestro estado subjetivo de bienestar, no es determinado por factores externos como nuestro salario o la situación política de nuestro país sino que es determinado por un complejo, interno sistema biológico de nervios y neuronas y sinapsis en el cerebro y por varias sustancias bioquímicas como la serotonina, la dopamina o la oxitocina. Todo esto controla nuestro humor y nuestro placer, felicidad o tristeza. Una persona que gana la lotería salta de felicidad porque esta reaccionando a varias hormonas en el torrente sanguíneo y a señales eléctricas en el cerebro.

La evolución parece que nos ha programado para mantener nuestros niveles de felicidad bastante constantes. La felicidad y la tristeza juegan un papel en la evolución para promover o no la supervivencia y la reproducción. La evolución nos ha llevado a no ser ni demasiado felices ni demasiado miserables. Esta perspectiva biológica circunscribe la felicidad a disfrutar internamente de sensaciones placenteras el mayor tiempo posible y esto sólo puede conseguirse mediante la ayuda de drogas u otros tratamientos médicos. El dinero, el status social, grandes casas no proporcionan la felicidad. Nuestros sistema biológico se adapta y reduce la sensación placentera.  La felicidad duradera viene únicamente de los compuestos bioquímicos que hay internamente en nuestro cuerpo y que pueden fomentarse con los medicamentos (Prozac) o drogas sintéticas adecuadas. La felicidad es el soma del mundo feliz de Aldous Huxley.

Finalmente desde una perspectiva mas holística podemos decir que quizás la felicidad no es confort, no es placer; por encima de todo esto es encontrar sentido en lo que hacemos a pesar de que esto suponga pasar a veces por malos tiempos o dificultades. Si la felicidad depende del sentido en la época actual jugamos con desventaja si lo comparamos por ejemplo con la época medieval donde el sentido religioso de la vida humana era omnipresente. Puede que el mundo postmoderno haya fragmentado o destruido cualquier intento de sentido absoluto pero la clave para ser feliz esta en sincronizar nuestras ilusiones con las de nuestra comunidad y la gente que nos rodea. Si nuestra historia personal encaja  y esta en línea con las de las personas que nos rodean podemos convencernos que nuestra vida tiene sentido y encontrar así la felicidad y la satisfacción. No conformarnos con lo que nos ofrecen sino en dar un sentido interno a lo que hacemos. La felicidad esta en dar sentido a nuestra vida con los demás.







domingo, 1 de diciembre de 2013

El Capitalismo somos todos: politizando el futuro


Con la crisis económica actual hay una sobreexposición a hablar sobre el Capitalismo. Es algo que tenemos en muchos discursos o en los medios de comunicación casi a diario. Hace no muchos años la palabra capitalismo era algo antiguo y fuera de la moda, como hablar por ejemplo también de imperialismo. Y estos discursos suelen ser muy retóricos, normalmente desfavorables y muy encendidos, pero no nos damos cuenta de que el capitalismo esta dentro de nosotros.

Tenemos discursos muy críticos con el Capitalismo, pero el Capitalismo somos todos y no lo vemos. Hablamos de transformar la sociedad pero en el fondo no estamos transformando nuestras actitudes, expectativas, costumbres, a lo que estamos dispuestos a renunciar y a hacer . Debemos asumir nuestra parte de responsabilidad: aquí nos han metido, pero también nos hemos metido; no nos están dejando salir, pero quizás debemos hacer algo más para salir.

Una de las principales características que marcan la actual globalización es que aunque estemos en crisis, es una crisis interna del Capitalismo: se resolverá dentro de su propia lógica y sin prever un cambio de sistema. Como nos advierte clarividentemente el filósofo alemán Jürgen Habermas, es poco serio fundar una teoría alternativa en la expectativa de un big bang, de una explosión revolucionaria que nos devuelva al comunismo o sistemas similares. No se debe despreciar la capacidad de aprendizaje del Capitalismo. Lo esencial del Capitalismo es que se trata de un sistema dinámico a modo de artefacto que debe moverse para funcionar (crecer, desarrollar, destruir, extenderse) y que es  capaz de transformarse y seguir. Es una economía del tiempo.

La crisis económica actual refleja la incapacidad estructural del orden capitalista para eliminar las injusticias sociales (exclusión, precariedad...), pero una de las ventajas del Capitalismo es que en su dinámica temporal podría ser deformado desde dentro hasta hacerse irreconocible. En el fondo es seguramente la falta de una amplia acción política de las élites y de una base social la que este provocando gran parte de las consecuencias negativas actuales de la crisis.

Vivimos en un tiempo en que lo político carece de prestigio, estamos en la época de la despolitización: el lenguaje debe ser neutro y políticamente correcto; la moralidad debe ser al estilo kantiano: homogénea y universal, sin atender a las diferencias y despolitizando la acción humana; cuestionamos la representación y nuestros representantes políticos como espacio legitimo para hacer política, fragmentamos la acción individual hasta hacerla irrelevante.

Necesitamos seguramente politizar de nuevo muchas de nuestras problemáticas: discutir sin restricciones en el ágora pública lo que consideremos importante. No dejar que la economía se repliegue en supuestas ortodoxias técnicas de modelos económicos a aplicar sin discusión por instituciones no elegidas democráticamente. Utilizar  y exponer todo lo importante sin miedo al diálogo público, no como una mera negociación, sino como una conversación que se compromete con la experiencia, a veces difícil,  del otro a la hora de buscar soluciones.


Afortunadamente, están surgiendo a raíz de esta crisis, unas diferentes culturas económicas que desde dentro del Capitalismo lo pueden cambiar o al menos modelar y que están unificadas bajo el objetivo de una superación del consumismo: redes de producción agroecológica, moneda social, redes de intercambio, cooperativas, universidades  libres. Culturas económicas creadas por masas de ex-consumidores que ya no pueden consumir nada más que a sí mismos y que buscan en esta nueva cultura una forma de vida diferente, más humana e incluyente.

Aristóteles ya nos decía que lo que nos caracteriza como humanos es que somos animales políticos (zóon politikon): la política, el diálogo, la discusión en el ágora pública es lo que nos hace realmente humanos. El animal que hay en nosotros saluda al Dios que hay dentro de nosotros en el momento de la politicicidad. Es nuestra responsabilidad prestigiar de nuevo la política como forma de cambiar las cosas y de ejercer realmente como Seres Humanos comprometidos. La política también somos todos.