domingo, 20 de octubre de 2013

El poder del lenguaje: la acción como construcción personal


El mundo social es conflictivo por naturaleza: dado que vivimos en la postmodernidad sufrimos el hecho de que no haya una síntesis o esencia absoluta para tomar como referencia. Podemos intentar concebir una totalidad pero esta debe ser siempre abierta. Al no haber una esencia todo se convierte en relacional: las redes sociales se han convertido ya en un nuevo tipo de capital económico denominado social. Además quizás hemos dejado de lado construcciones como las culturales que podían llegar a ayudarnos a vivir  y relacionarnos mejor intentando superar el conflicto. En la actualidad entendemos que el conocimiento viene dado en exclusividad por el avance de la ciencia y sus diferentes disciplinas como la matemáticas, relegando las manifestaciones culturales al ámbito del ocio o meramente lúdico.

Debemos seguramente volver a repensar que papel podemos dar a la Cultura en una nueva realidad en la que ya no hay objetos fijos sino relaciones: La Cultura introduce en nuestra vida complejidad, nos hace más capaces de responder con instrumentos complejos a la complejidad de la existencia. No por ello seremos más felices, ni mejores personas, porque sabemos que la cultura puede ser edificante o perturbadora. Pero ante la unidimensionalidad en la que a veces se convierte nuestra vida: trabajar, consumir, tener éxito, ser feliz...la Cultura nos da la oportunidad de abrir nuevas posibilidades en nuestras actuaciones, encontrar relaciones donde no las había y desde allí poder construir una identidad elegida por nosotros.El filósofo Zizek nos dice que en el totalitarismo democrático en el que vivimos, ser feliz se convierte en el nuevo mandamiento y el seguirlo no es sino una nueva forma de conformismo; por tanto, debemos ser capaces de encontrar nuevos enfoques a una vida que, desde la permisividad y hedonismo actual, se convierte en una forma de opresión cuando nos obligan a ser felices a toda costa.

Una de las formas para reaccionar ante el conflicto y aprovechar la apertura relacional en que puede convertirse nuestra vida puede ser reformulando la forma en que actuamos mediante el uso de la cultura: para el filósofo Sloterdijk  la esencia del hombre no se encuentra en el trabajo como pensaba Marx, ni en la comunicación, como afirma hoy Habermas, sino en el ejercicio. En el siglo XIX estuvo en lo cognitivo, bajo el signo de la producción y en el siglo XX bajo el de la reflexividad, el futuro debería ser presentado bajo el siglo del ejercicio. La vida humana puede convertirse en una ascesis artística, un resultado de ejercicios y elementos de un modus vivendi que podemos desarrollar en la cuerda floja de la improbabilidad. La acción humana es algo indeterminado al contrario de la acción animal que viene determinada por su naturaleza biológica. Y una de las características que nos diferencian del mundo animal es el uso que damos al lenguaje para creativamente abrir nuevas posibilidades.

El filósofo francés Paul Ricoeur nos introduce el término de identidad narrativa: todos nosotros somos una serie de características (hombres, mujeres, blancos, negros, con una condición social) pero la suma de todo ello no implica lo que seremos o podemos Ser. Nacemos dentro de un lenguaje institucionalizado y con reglas definidas pero a su vez podemos hacer un uso creativo del mismo como capacidad de fundar o refundar nuevas instituciones y formas de vivir. La vida humana es una poética de sí mismo, la unidad narrativa de la vida con el tiempo: el ser humano es una ruta y con el lenguaje vamos interpretando el pasado y construyendo creativamente lo que queremos Ser en futuro. El lenguaje se explicita en los textos,en los libros y con su lectura podemos entrar en mundos diferentes y vernos reflejados en ellos y así poder llegar a Ser nuevas y diferentes personas que no siguen la unidimensionalidad del éxito hedonista y consumista en la que se ha convertido nuestra actualidad. Aquí radica el verdadero poder del lenguaje y la cultura. Como decía Ricoeur: no somos idem sino ipsem.

Finalmente debemos ser conscientes de la capacidad perlocutiva de hacer que tiene el lenguaje: cuando hablamos cambiamos el mundo, hablar es producir efectos. El lenguaje constituye el discurso de la acción humana y tiene el poder potencial del cambiar el mundo. Además el lenguaje es intersubjetivo: pone en relación sujetos negociando conflictos y nos hace salir de nuestras limitaciones internas llevándonos trascendentemente hacia la verdad y nuevas formas de ver nuestra realidad. De aquí la importancia de nuestra formación cultural como forma de creativamente construirnos a nosotros mismos.

Estamos en un mundo donde aunque  nos lo parezca no existen identidades esencialistas ya construidas para nosotros (hombre, mujer, ejecutivo, científica, ama de casa...) sino identidades nómadas que tenemos la oportunidad de improvisar y mediante la acción creativa y el uso del lenguaje y la cultura construir con esa afortunada indeterminación que tiene la acción humana, como forma de mejorarnos a nosotros mismos y al mundo en que vivimos que, como sabemos, necesita urgentemente de nuevas miradas.




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