domingo, 8 de septiembre de 2013

Del Capitalismo Cognitivo a la Sociedad de la Ignorancia

Estamos acostumbrados a vivir bombardeados por datos, imágenes, palabras o eslóganes. Forma parte de nuestro acontecer diario el estar inmersos en flujos de información que se actualizan continuamente. También nos sobreviene en muchas ocasiones esa sensación de vernos sobrepasados por la imperiosa necesidad de ser constantemente conscientes de cada información que cambia. El esfuerzo perceptivo requerido para estar al día actualmente puede llegar a parecernos, con certeza, una tarea más propia de titanes que de humanos. Podemos decir con seguridad que nuestro sistema económico ha evolucionado desde un sistema industrial de objetos materiales hacía uno de datos inmateriales que denominamos como Capitalismo Cognitivo.

El economista italiano Andrea Fumagalli define la base del nuevo Capitalismo Cognitivo en el que vivimos como la explotación de las capacidades lingüísticas, cognitivas y relacionales de los individuos. Es un nuevo paradigma económico que tiene como objeto de intercambio, acumulación y valorización, las facultades vitales de los seres humano: en primer lugar el lenguaje y la capacidad de generar conocimiento. Este sistema intenta la subsunción total de la vida en capital: a modo de biopoder económico, establece una difusión de dispositivos de control sobre las actividades sociales con el fin de transformarlas en relaciones económicas productivas.

El Capitalismo Cognitivo Bioeconómico tiene una serie de características que le definen:

  • El proceso de acumulación y valoración de este sistema tiende a fundarse en la vida puesta a trabajar. El conocimiento es el motor de acumulación. La producción de valor se da cada vez más con los elementos inmateriales (relacionales, sentimentales, cerebrales..). Hay un desmaterialización del capital fijo hacia una transferencia de las funciones productivas al cuerpo vivo: bios. Un paso de las tecnologías mecánicas a las lingüístico-comunicativas a través de la Tecnología de la información y del trabajo en red. La vida misma es puesta en valor. Esto se lleva a través de la valorización de las diferencias que cada individuo lleva consigo.
  • El proceso de realización de este sistema se lleva a cabo a través del consumo y de la creación de imaginarios a modo de estilos de vida. El proceso se torna bioeconómico: importan los modus vivendi y su comunicación como actos lingüísticos. Esto provoca una terciarización del consumo donde el cliente es el centro y es el consumo el que arrastra a la producción y no al revés como ocurría en el sistema industrial.
  • La prestación laboral esta caracterizada por la diferencia: lo que los empleadores valorizan en la diferencia cognitiva que cada individuo pueda aportar. Se realiza una nueva división del trabajo, esta vez cognitiva. Al individualizar la prestación laboral aparece con fuerza el sujeto precario y también autónomo. Además surge también la problemática de la obsolescencia cognitiva de los trabajadores que no pueden mantener el ritmo de reciclaje de conocimientos que este nuevo sistema requiere. Las negociaciones laborales, si existen, se focalizan en encontrar el mejor mix de flexseguridad. Esto no evita el problema del incremento de la desigualdad y la exclusión de las personas que no tienen suficientes capacidades cognitivas para ser productivos en esta nueva sociedad.
  • Existe una centralidad de los mercados financieros que financian la actividad de acumulación cognitiva y, sustituyendo al Sector Público, hacen de papel multiplicador de la economía y de la distribución de ingresos. Asistimos a una privatización de la reproducción de la vida con un desmantelamiento del Estado del Bienestar en muchos países.
  • El beneficio no es simplemente el producto de una inversión en stock de capital físico sino que depende de la utilización de un patrimonio social (conocimientos, relaciones, sentimientos...) que debe ser controlado y explotado (redes sociales, consumo por estilo de vida...) con fines privados. La producción de dinero ya no se hace sólo mediante mercancías al estilo Fordista sino también por medio de conocimientos.

Este nuevo tipo de Capitalismo cognitivo ha llevado a plantearse que puede que la evolución de la sociedad del conocimiento sea un proceso que no sea positivo como unánimemente se ha pensado y que por el contrario, quizás vivamos en una Sociedad de la Ignorancia o de la incultura . El profesor Gonçal Mayos nos expone que hay mucha parte de la población que es incapaz de hacerse cargo reflexivamente de las problemáticas humanas en conjunto ante la avalancha de datos que sufre. El conocimiento parece seguir un proceso geométrico al estilo Malthusiano, mientras que nuestra capacidad individual de saber y procesar sigue uno aritmético. 

La obsolescencia cognitiva de los ciudadanos es cada vez una amenaza mayor, así como la incapacidad de la ciudadanía para atender las dificultades globales. Esto puede suponer un peligro para la democracia porque lejos de empoderar a la población para resolver problemas, dejamos estos en manos de expertos (políticos y técnicos) de cuyo control democrático normalmente desistimos. Aparece pues una nueva alienación postmoderna que se fundamente en actitudes escapistas de gran parte del población ante el proceso geométrico malthusiano del saber. Y se refugian en una sociedad de la incultura donde el espectáculo, el simulacro y el vacío son fomentados y radiados por todos los medios de comunicación.

Pero una vez hecho el diagnóstico, existen afortunadamente motivos para la esperanza: la propuesta del profesor Mayos para hacer frente a esta Sociedad de la Ignorancia es volver a empoderar la población mediante la recuperación de los saberes de Cultura General que devuelva la capacidad reflexiva como base de cualquier saber y de este modo participen con fundamento en una sociedad que, con los retos que tiene, no podemos dejar por desistimiento en expertos interesados. Aristóteles ya supo sabiamente definir el fundamento del ser humano: el hombre es un animal social (zóon politikon). Seamos pues dignos de nuestra naturaleza y no renunciemos a nuestra propia formación como forma de empoderarnos reflexivamente y así tomar las mejores decisiones ante la necesidad urgente de mejorar la sociedad en la que vivimos.



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