domingo, 17 de marzo de 2013

La Filosofía del Límite: lo simbólico en Eugenio Trías




Preguntarse por la condición humana, el por qué nos afectan las cosas y lo que nos conviene, tratando de entender que hay más allá de la simple inmediatez, de las rutinas y cotidianeidad que nos absorbe, es una tarea que parece reservada para muy pocos. Pero sin embargo, es algo de lo que en un momento u otro de nuestra vida tendremos que ocuparnos dado que, en el fondo, el  revisar crítico de nuestra existencia va implícito con nuestra esencia racional como humanos. Hubo un tiempo en que Ser era Pensar pero en nuestra acelerada posmodernidad hemos pasado a que Ser sea Actuar olvidándonos en el camino de nosotros mismos.

A todos nos resulta duro enfrentarnos al sufrimiento y al dolor en nuestras vidas y tratamos de entenderlo dándole un sentido. La vida humana desde el punto de vista de un mero proceso natural, puede no tener sentido como no lo tienen la de los animales. Pero por otro lado, el Ser Humano es el único que puede tener una posición afirmativa ante la vida. Hacer de nuestra vida algo valioso, construir nuestra propia identidad, es una tarea que merece la pena llevar a cabo.

Los filósofos quizás han sido las personas más cercanas a dar respuesta a las grandes preguntas o a hacer cuando menos las preguntas adecuadas. Eugenio Trías, recientemente fallecido, es uno de esos grandes pensadores que con su reflexión sobre la condición humana, nos iluminan en ese a veces difícil camino de dar valor a nuestra vida. Para él, la profesión filosófica  reside en la dignidad de una condición que no se satisface con vivir sin adquirir comprensión y conocimiento de lo vivido.

La forma de entender la realidad ha sido articulada a través de lo que denominamos razón. Para Trías, la razón es el conjunto de usos verbales y de escritura mediante los cuales se puede producir significación y sentido. Esta investigación sobre el Ser mismo a través de la razón ha dado a dos caracterizaciones durante el pasado siglo que han sido dañinas para la filosofía: por un lado, una razón analítica de orientación positivista-empirista que concibe el patrón lógico-matemático como el genuino a la hora de desarrollar cualquier estudio humano; por otro lado, una razón "dialéctica" que observa en el ejercicio filosófico una herramienta ideológica promovida por intereses socioeconómicos. 

Frente a ambas, Trías establece una razón filosófica que denomina fronteriza. Tilda así la condición humana de fronteriza: en nuestra búsqueda de la sabiduría y en nuestra facultad de conocer damos con innumerables sombras en las que chocamos con un "Límite Mayor" que sólo puede ser traspasado a través de los símbolos. Nos situamos como humanos "entre el misterio y el mundo" y en ese límite, entendido como limes habitable, es donde hallamos la posibilidad de dar un sentido a nuestra existencia; por eso nuestra inteligencia "se provee de símbolos para rebasar (precariamente) ese límite, y para exponer (analógica e indirectamente) lo que le trasciende". No hay posible acceso experiencial directo e inmediato hacia el misterio de la existencia, es el límite que nos constituye. El símbolo interviene, pues, como necesaria mediación en relación al exceso del Ser del límite. Aparece la necesidad entonces del suplemento simbólico en forma de cita simbólico-religiosa con lo sagrado a través de la Religión o de formalización simbólica de mundo a través de la creación (poésis) del Arte en todas sus manifestaciones.

Trías expone que: " la filosofía es, hoy y siempre, un ejercicio de asombro siempre renovado y reiterado acerca del misterio del comienzo" . El símbolo es una unidad de concentración de sentido que requiere ser explicitado mediante narración y relato (las Humanidades siempre han sido y serán  pues afortunadamente necesarias). La razón, nuestra existencia, se encuentra con todo ello; y  en virtud de ese encuentro se encuentra al fin consigo misma en esa condición fronteriza y se entrega a la búsqueda del sentido habitando simbólicamente (a través de las artes, de la religión...) ese territorio (limes) del límite.

Hemos pensado que la identidad era una conquista que se adquiría a base de sumar experiencias, objetos, viajes, datos...luego quizás veamos claramente que no es una conquista sino un descubrimiento: las presiones en las que vivimos nos mantienen en la superficie de la vida. Tomarse el lujo de profundizar, no ir a la cantidad, sino a la calidad, de la vida y de las cosas es algo a descubrir. La visión de la vida nos la dan nuestros conceptos que nos ayudan a interpretar lo que vemos. Cuanto uno más ajuste esos conceptos (con ayuda quizás de los grandes pensadores) y más al fondo vaya en cada circunstancia, más sentido hallará en la vida. Ser también es pensar.





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