domingo, 14 de octubre de 2012

La ética del trabajo: saliendo de la deriva






¿Qué significa hacer un buen trabajo? En nuestro actual entorno laboral a nadie se le escapa que se ha tendido a diluir cualquier medida de desempeño en la inmensa vorágine de la supervivencia en el día a día. Parece que escasean las medidas objetivas para definir claramente cuando nuestra dedicada aportación a una empresa es reconocida como positiva y en algún momento será recompensada al menos con una cierta permanencia en la misma.

Como señala el sociólogo y profesor de la London School of Economics Richard Sennett, parece que el éxito en una empresa consiste en mantenerse alejados del desastre y dejar a los otros la patata caliente. En la nueva economía el registro de fracasos de una persona cuenta menos que sus contactos y capacidad para trabajar en red. En situaciones inciertas como las que vivimos, la gente tiende entonces a centrarse en las minucias de los sucesos cotidianos, busca en los detalles algún indicio, un significado que lo confirme o desahucie para siempre: cómo te saludo el jefe por la mañana, a quienes invitaron a una reunión, quien asistio a la cena de trabajo, etc.

Las empresas parecen que operan de una manera misteriosa a la hora de evaluar a sus trabajadores y nos exponen constantemente al riesgo quizás con la intención de desgastar nuestra sensación de carácter y debilitar cualquier protesta o respuesta contraria. Cambio, oportunidad,  movilidad, proyecto nuevo, flexibilidad son palabras con las que constantemente nos bombardean en nuestro entorno laboral resaltando cada vez más la incertidumbre como compañera diaria de nuestras actividades. Esta intencionada ambigüedad en las que nos movemos resulta en una prueba a nuestro carácter: los individuos menos fuertes que intentan explotar la ambigüedad acaban sintiéndose exiliados o descartados por su entorno.

Como Sennett no explica en su libro La corrosión del carácter: "en el nuevo capitalismo, la concepción del trabajo ha cambiado radicalmente. En lugar de una rutina estable, de una carrera predecible, de la adhesión a una empresa a la que se era leal y que a cambio ofrecía un puesto de trabajo estable, los trabajadores se enfrentan ahora a un mercado laboral flexible, a empresas estructuralmente dinámicas con periódicos e impredecibles reajustes de plantilla, a exigencias de movilidad absoluta. En la actualidad vivimos en un ámbito laboral nuevo, de transitoriedad, innovación y proyectos a corto plazo. Pero en la sociedad occidental, en la que "somos lo que hacemos" y el trabajo siempre ha sido un factor fundamental para la formación del carácter y la constitución de nuestra identidad, este nuevo escenario laboral, a pesar de propiciar una economía más dinámica,puede afectarnos profundamente, al atacar las nociones de permanencia, confianza en los otros y nosotros mismos, integridad y compromiso, que hacían del trabajo rutinario fuera un elemento organizador fundamental en la vida".

Influidos por la ética protestante, estabamos acostumbrados al uso disciplinado del tiempo con una más que absoluta abnegación y dedicación a nuestras funciones y empresa y a postergar una recompensa que al final siempre llegaba, normalmente a modo de ascenso social. En la actualidad la ética de la responsabilidad individual ha quedado lejos. La movilidad descendente genera una condición flotante, ambigua en la que en primer lugar, uno parece que no es una persona tan buena como pensaba, y luego, terminar sin saber quién es o qué eres. Parece que sólo nos queda la ironía como defensa. El problema al que nos enfrentamos es cómo organizar nuestra vida personal ahora, en un capitalismo que dispone de nosotros y nos deja a la deriva.

Y quizás sea hora de que comencemos a asumir con mayor conciencia nuestra propia biografía para intentar dejar de ser víctimas pasivas de un sistema que nos utiliza e ignora después. Desapegarnos del devenir continuo, de riesgos y cosas encontradas e improvisadas, de un collage de cambios, de sensaciones y accidentes que otros programan para nosotros. Debemos desarrollar nuestra propia narrativa vital con objetivos personales elegidos por nosotros a largo plazo para salir de la deriva a la que este sistema nos somete. La curación viene del compromiso con la dificultad. Una buena narrativa vital reconoce y prueba la realidad de las muchas formas erróneas en que puede salir nuestra vida para luego encontrar en este carácter de autodisciplina con objetivos vitales a largo plazo, la manera de salir seguro hacia adelante.



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