jueves, 21 de junio de 2012

Ser Director General: seis tareas básicas


Dirigir en tiempos de incertidumbre y crisis es sin duda una tarea que puede resultar titánica. La figura del máximo directivo de una empresa es en las tempestades a veces la única referencia y ejemplo de estabilidad para una tripulación, que muchas veces va de un lado a otro sin saber por qué y con miedo a caer por la borda.

Desde la escuela de negocios de Harvard, Andrall E. Pearson nos da una de las mejores listas de las seis tareas básicas que debe desarrollar todo Director General que se precie:
  1. Modelar el entorno laboral: debe definir tres elementos: los estándares de rendimiento, los conceptos empresariales que definen cómo es y opera la empresa y el más importante: los conceptos y valores humanos imperantes que prevalecen y definen lo que significa trabajar en la empresa
  2. Establecer una estrategia: al ser el único ejecutivo que puede comprometer a toda la organización los mejores Directores Generales se involucran invariablemente en la formulación estratégica, liderando el esfuerzo, no limitándose a presidirlo.
  3. Gestión de la asignación de recursos: deben asignar los recursos de manera que respalden las estrategias de competitividad, mantengan la buena salud económica de la empresa y produzcan rentabilidad elevada.
  4. Desarrollar a sus directivos: los buenos Directores Generales utilizan la asignación de puestos exigentes para acelerar el alto potencial de desarrollo de los directivos y eliminar los bloqueos que se oponen al mismo. Involucran a sus directivos en los procesos de mejora y se rodean de gente con potencial para trabajar en equipo.
  5. Construir la organización: los mejores Directores Generales construyen su organización alrededor de las personas más que alrededor de los conceptos o principios. Buscan las maneras más sencillas de hacer las cosas y se involucran personalmente en la solución de los problemas organizativos.
  6. Supervisar las operaciones: significa dirigir el negocio día a día, produciendo planes adecuados, indicando problemas y oportunidades con prontitud, y respondiendo con rapidez y eficacia ante unos y otros.
Cómo dice el filósofo José Antonio Marina para salir de la crisis hay que apostar por la inteligencia ejecutiva que es "la capacidad de dirigir bien el comportamiento, eligiendo las metas, aprovechando la información y regulando las emociones". Los buenos directivos "tienen la capacidad de soportar el esfuerzo, de aguantar las molestias y de guiarse por recompensas lejanas". 

Se debe en el fondo ser consciente que el dirigir no se trata de un privilegio de estar por encima de los demás, sino más bien al contrario: se trata de servir a nuestros compañeros de viaje desde nuestra propia excelencia y responsabilidad personal y ser así el buscado faro que guía y se mantiene firme en medio de la tempestad de la crisis.

martes, 12 de junio de 2012

La República de las Letras: Europa en la encrucijada


En los recientes episodios de la crisis asistimos, no sin cierta estupefacción, al despliegue de una idea de Europa reducida al carácter meramente economicista y sometida al azar de la variabilidad de la prima de riesgo en los bárbaros mercados. Es quizás hora otra vez ,como en tiempos pasados, de intentar ganar altura moral para ampliar las miras y volver nuestra atención hacia nuestra rica tradición como forma de salir adelante unidos con convicción, evitando de nuevo repetir en Europa el ciclo infernal de vencedores y vencidos.

Uno de los más relevantes conceptos del pensamiento francés es el de la República de las letras: esta idea sintetiza el hilo conductor de la cultura europea desde el siglo XIV hasta nuestros días. Para Petrarca y sus discípulos, el restablecimiento del diálogo con la Antigüedad era vital para salvar Italia y toda la cristiandad de la ignorancia y la barbárie. La restitución de este diálogo adoptaba la forma de recuperación y la difusión de los saberes clásicos greco-latinos (filosóficos, poéticos, científicos) legados a través de la palabra escrita. A esta "fraternidad internacional de humanistas misioneros" discípulos de Petraca se le dió el nombre de República de las letras.

La res literaria se forjó con el modelo de res publica christiana como institución universal que acogía y ordenaba a todos los europeos de acuerdo con la tradición clásica greco-latina. Este "bien común" literario devolvería a los lectores europeos un civismo desinteresado e ilustrado que haría de todos los ciudadanos una República de las letras que transcendería las fronteras nacionales, las diferencias religiosas, los rangos sociales y las profesiones. Se pone el acento sobre el ethos de la amistad y la hospitalidad que favorece una relectura de la tradición humanista de las artes de la paz. Ofrecía un contrapeso a la "cultura de guerra" de tradición épica y feudal.

Gana relevancia con la época ilustrada de las luces y es renovada posteriormente con revistas, traducciones o viajes en la comunidad europea de la letras, las artes y las ciencias a principios del siglo XX. Esta concepción de Internacional del Espíritu y de solidaridad entre hombres letrados (en sentido amplio) que trasciende naciones y religiones es puesta a prueba por los totalitarismos del siglo pasado.

En nuestra época actual quizás sea sólo cuestión de un matiz nominalista y con cambiar bárbaros por mercados o totalitarismo por economía o cultura de guerra por competencia económica entre países, tengamos de nuevo ante nosotros ese oscurantismo que combate la idea ilustrada de cultura. La Republica de las Letras son nuestra  escuela del arte de vivir en sociedad como europeos más allá de visiones reduccionistas de la idea de Europa como mercado puramente económico. Sólo un ethos solidario, hospitalario, generoso, pacífico salvará a Europa de ser engullida por su propia economía. Las Humanidades de nuevo al rescate de una Europa en la encrucijada.


viernes, 1 de junio de 2012

La destrucción creativa: buscando la sostenibilidad en el cambio


Ante la rapidez con lo que suceden los acontecimientos actuales, si algo podemos decir casi con total seguridad, es que como decía Heráclito: la única constante en nuestra vida es el cambio y el movimiento. También desde la Teoría económica se ha postulado con el gran economista austriaco Schumpeter que la destrucción creativa de empresas para reinventar nuevos modelos es la base del capitalismo. Parece pues que no deberíamos ver únicamente como una amenaza los vertiginosos tiempos que nos ha tocado vivir.

Debemos seguramente ser conscientes que la esencia del capitalismo es el dinamismo y que un capitalismo estático sería en si mismo una contradicción. Son los emprendedores innovadores quienes crean mercados para los desarrollos de inventos de los contados genios a hombros de los cuales caminamos. El crecimiento y la creación de riqueza radica en esa difícil  y clásica combinación de muerte y renacimiento. La imagen de Dante descendiendo con el poeta Virgilio como guía a los infiernos en búsqueda de su amada Beatriz para redimirse y poder renacer juntos, es la imagen de un sistema capitalista que purga con las crisis los excesos para poder también renacer después con una nueva vitalidad.

Y quizás lo importante a nuestra pequeña escala sea buscar donde podemos encontrar la sostenibilidad en el cambio constante. La enseñanza económica indica también unívocamente que las empresas que logran sobrevivir son aquellas que están fundamentadas en unos fuertes valores compartidos. Es algo en principio tan inteligible como la Cultura corporativa la que marca la verdadera ventaja competitiva y la sostenibilidad de una organización independiente de los entornos a los que deba enfrentarse.

Sabemos que como Dante hay momentos que debemos descender a los infiernos por diferentes razones. Pero al igual que Dante tenía al poeta Virgilio como guía en ese descenso, nosotros no estamos tampoco solos: valores como la confianza, el esfuerzo, la humildad, el trabajo diario, la positividad y el  mirar hacia adelante nos darán esa sostenibilidad que muchas compañías que han sobrevivido también a entornos complicados llevan inscritas en su ADN a modo de Cultura empresarial.

Y aunque estos parecen tiempos de crisis desesperanzadores, ya también en las puertas del infierno de Dante figuraba la inscripción Lasciate ogne speranza, voi ch'entrate (abandonad toda esperanza a los que entren) y hemos sabido siempre salir de círculos descendentes siendo fieles a nuestro valores como grandes emprendedores de nosotros mismos que somos por el afortunado hecho de vivir.