martes, 1 de mayo de 2012

Dejando espacios libres a la inocencia: ganando grados de libertad


Nos vemos presionados muchas veces a intentar conocer todo. Analizar  las alternativas, beneficios y riesgos de las cosas sin dejar resquicio alguno, para tomar una decisión al respecto de una problemática. Quizás necesitamos ser más conscientes de que la incertidumbre existe, aceptar que hay ámbitos que por mucho que lo intentemos, no podremos conocerlos y eso está bien: debemos dejar espacios libres a la inocencia como forma de reinventar un mundo del que parece que todo esté dicho.

Uno de esos ámbitos donde podemos generar esos ansiados nuevos grados de libertad  renovadora es en el del trato con las personas: desde siempre ha existido el estudio del Ser Humano dentro de las hoy injustamente denostadas Humanidades. Y desde muy antiguo sabemos que es en ese ámbito humanistico donde surgen muchas de las ideas que cambian el mundo.

El problema surge cuando nos damos cuenta que nunca es posible conocer del todo al otro (el infierno son los otros decía Sartre). Pero es aquí donde seguramente debamos cambiar nuestra perspectiva y lejos de problemetizar la imposibilidad del conocimiento y control de los demás, debemos tomar la lúcida conciencia que es en esta incertidumbre que rodea a toda persona, donde radica la verdadera esencia de la libertad personal como forma de generar nuevas alternativas y visiones para cambiar a mejor el mundo.

Y es en el ámbito empresarial donde esto se hace más evidente para los directivos con responsabilidades de gestión de personas: como directivo se está obligado a conocer profundamente las cuestiones técnicas pero ni mucho menos a conocer todas las humanas. Esto afortunadamente esta fuera de todo alcance y permite generar esos espacios donde, lejos del control, se dirimen nuevos mundos seguramente más razonables a los encorsetados en una organización.

Estamos acostumbrados a repetir nuestros patrones de éxito a la hora de tratar nuevos retos pero en ocasiones veremos que ese expertise aunque vaya unido a buenas intenciones y objetivos nobles podrá resultar en un fracaso cuando se trata de gestionar personas. La cuestión clave es tener la actitud abierta de aprender a reinterpretar nuestros patrones a partir de las circunstancias que han llevado a ese mal resultado.

Se trata en el fondo sin vergüenza, de hacer de nuestros fracasos parte inherente de nuestra historia personal como forma de generar una nueva inocencia que permita abrir la ventana a una necesaria mirada renovadora de esta realidad.


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