domingo, 18 de diciembre de 2011

El humanismo en la empresa: el Objetivismo ético


En periodos cruciales como el que estamos viviendo, necesitamos más que nunca ser capaces de romper la familiaridad con el mundo actual para poder verlo como si "fuese nuevo" y definir así nuevos horizontes ante un territorio que parece agotado.

Esa perspectiva que debemos ganar esta ligada a un estar en algún lugar que nos permita ese cambio.En nuestra época las empresas son la fuerza más poderosa para poder cambiar el mundo desde dentro. Sabemos por la ley de rendimientos decrecientes que insistimos tanto en lo que pensamos que funciona, que acabamos por estresarlo y agotarlo.

Parece que entramos en la época económica donde no hay más activos sin riesgo. El modelo en Occidente del endeudamiento y consumo de los últimos veinte años entra ahora en su canto del cisne. La virtualidad irracional se ha apoderado de los mercados y lo que determina el valor ya no son las expectativas, sino las expectativas de las expectativas. Ante un paisaje económico futuro que parece que va a estar desolado, debemos elegir desde nuestra particular posición, nuevos prismas conceptuales que nos ayuden a ver la realidad a través de las ideas y ser así hacedores de una nueva y necesaria visión.

La filósofa ruso-americana Ayn Rand tuvo una influencia considerable en el capitalismo con su teoría filosófica denominada Objetivismo: para ella "el concepto del hombre en el objetivismo es el de un ser heroico, con la felicidad como propósito moral de la vida, el logro productivo como la actividad más noble y la razón como su único absoluto". La realidad existe como un absoluto objetivo (los hechos son los hechos independientemente de los sentimientos);la razón es el único medio por el cual las personas perciben la realidad; el ser humano (cada uno de ellos) es un fin en sí mismo y el sistema político y económico ideal es el capitalismo donde el interés propio es el motor virtuoso de las acciones del hombre en busca de su propio bienestar.

Pero afortunadamente todos los sistemas, y también los filosóficos, no suelen ser completos por definición y, por esa indeterminación que es en el fondo la vida, se abren grietas que hacen tambalearse el status quo de las geografías que habitamos. Somos seres no sistemáticos y fragmentarios que se hacen indefectiblemente a través de y con los otros. Nuestro carácter (ethos) determina nuestra existencia y detrás de nuestro comportamiento están nuestros valores (lo que consideramos importante) que desarrollamos en los ámbitos en los que vivimos.

Y en uno de esos ámbitos de nuestro acontecer diario como es el mundo empresarial, se trata quizás simplemente de devolverle ese carácter humano individual que en el fondo conforma esas organizaciones a veces tan interesadamente abstractas: priorizando valores tan humanos como el de la generosidad con ese sentimiento innato de justicia que todos llevamos dentro. Llevar a cabo un  renovado Objetivismo, ahora ético, donde siendo realistas y tratando a los demás como un fin en sí mismos, busquemos conscientemente también su bienestar, renunciando a veces a ganancias propias que resultan comunitariamente estériles.

El humanismo en la empresa es posible a través de cada uno de nosotros: con nuestro simple estar ético, nuestro apoyo en la íntima convicción de que otras relaciones económicas son posibles y donde el sentido de justicia y de la generosidad prevalezcan sobre abstractos intereses de rendimiento cortoplacista. Todos tenemos así capacidad de cambiar el mundo. Seamos pues conscientes que a través de nuestras simples acciones diarias, podemos hacer crecer nuevas creencias y visiones ante un mundo, que necesita sin duda una renovada mirada humana.

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