jueves, 1 de diciembre de 2011

Construyendo nuestras mitologías personales: amando la irrealidad


Vivimos en un mundo que ha perdido ese carácter mágico que tenía para nosotros de pequeños: en el que todo era posible, desconocido y misterioso, dónde todo nos sorprendía  pero el cual sentíamos como nuestro, en esa íntima confianza infantil en la narración mítica de lo que nos rodeaba. Ahora tratamos la realidad como algo instrumental para conseguir algún objetivo. Parece que todo nos venga dado y pueda ser analizado. La perspectiva racional-científica domina claramente a la hora de formar el criterio de lo que consideramos como verdadero y en lo que hay que creer.

La praxis de la Ciencia ha dado lugar en algunos momentos a una deriva autoritaria con una serie de presupuestos sobre el Ser Humano como una simple máquina biológica y que a base de buscar objetividad, se ha convertido en un dogmatismo que excluye cualquier otra alternativa no científica: lo que no se atañe a los hechos y su descripción no puede ser referencia explicativa de la realidad. Es lo que en Filosofía se ha dominado como la muerte del sujeto y la subjetividad personal.

El famoso paso en Grecia del mito al logos, de la explicación irracional y mitológica de la realidad al discurso lógico y racional, ha marcado desde hace siglos nuestro pensamiento y forma de actuar. Pero: ¿qué nos hemos dejado por el camino con esta travesía hacia el mundo de los hechos medibles?

La respuesta no es fácil, pero en el fondo frente a la radical incertidumbre de saber lo que somos y lo que nos rodea, parece cuando menos limitante un cientifísmo que avanza hacia la extinción de lo subjetivo, en nombre de un programación genético o neuronal que dejaría al hombre a merced de su cerebro como único creador de nuestras vidas. Utilizamos lo tecnológico y científico como una especie de amuleto que nos da seguridad y permite ubicarnos en el mundo. Tememos la desconexión y mucho más el silencio creativo reflexivo.

Quizás no deberíamos haber dejado nunca de lado ese discurso mítico, que en vez de atenerse a lo que hay, trata de crear una realidad nueva personal. Y es que el Ser Humano no es una cosa o sustancia, un  simple dato o un fenómeno sino un proceso creador (el de personalización) que nos hace madurar éticamente en nuestra forma de afrontar la vida.

Como sabiamente decía el filósofo español Miguel Unamuno: la vida es el criterio de la verdad. Y en consecuencia contiene elementos de verdad todo aquello que da impulso a la vida: desde un mito o narración a una elaborada teoría científica. Nuestro modo de comprender o no comprender el mundo y la vida brota de nuestro sentimiento respecto a la vida misma. Y este sentimiento es un afecto que probablemente tiene raíces inconscientes, es decir, que es irracional.

Ante una realidad impuesta y definida de antemano, la fuerza de la persona humana radica en el empeño en producir aquello que todavía no existe y como niños que todos hemos sido, sabemos aún sin duda afortunadamente crear con nuestra mítica  imaginación, espejismos narrativos para después confiadamente vivir en el interior de estas intransferibles mitologías personales.

1 comentario:

  1. Pues sí somos una máquina biológica, ¿no? ¡No será el "alma" esa subjetividad que comentas!

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