sábado, 12 de noviembre de 2011

La sensación de fin de época: Viena y la vida como disolución


Se ha instaurado entre nosotros una sensación de fin de época. Los actuales acontecimientos parecen que cada vez nos lleven hacia una deriva que puede arrastrar gran parte de lo que antes considerábamos como inmutable, marcando un punto y final a todo un ciclo histórico.

Vivimos inconscientemente acostumbrados a una sensación de seguridad sobre la evolución de nuestro entorno, que ha hecho de nosotros una especie sedentaria y que ahora se ve inesperadamente sacudida por temblores que agrietan nuestra propia geografía vital.

Lejos de ser ésta una época en la que nada pueda hacerse y en la que la práctica del inmovilismo como refugio al caos exterior pueda ser la actitud más seguida, tenemos en nuestras manos la oportunidad de afrontar la situación actual para construir una nueva visión y forma de entender nuestro mundo futuro.

Y existe en la historia europea un periodo con una situación comparable que puede servirnos no sólo de reconfortante ejemplo sino también de catalizador para el necesario cambio.

Éste periodo histórico es la casi irrepetible época de la Viena de principios del siglo XX:

Viena fue la capital de la que, hasta la Primera guerra mundial, había sido el Imperio austro-húngaro, uno de los estados más potentes de Europa. Pero la caída de los Habsburgo, en cuyo trono estaba el rey y emperador Francisco José, parecía hacer tambalearse, hundirse, todo un mundo apacible y seguro que garantizaba aparentemente un topos de seguridad absoluta.

Pero ese ambiente de una Austria en desesperación, decandente y de inestable inseguridad va a hacer que se busque un nuevo suelo, unos nuevos lenguajes (filosóficos, artísticos, científicos...) que proporcionen una nueva cota y referencias. Una atmósfera agonizante que alumbrará una explosión de creatividad desatada que marcó el camino en muchos ámbitos artísticos y del saber en todo el siglo XX.

Como nos dice el escritor Claudio Magris: austríaca es la desconfianza en la historia y que resuelve las contradicciones eliminándolas ,en una síntesis que la supera. Era la patria de unos hombres que dudaban de que el mundo pudiera tener futuro. Y la ciudad da Viena de principios de siglo es la de las infinitas contradicciones, con una sociedad consciente de la tormenta que se avecina sobre ella pero que en medio de ella hace que surja, de una entorno decadente, un nuevo renacimiento.

Y los protagonistas son gente que ha marcado el rumbo posterior en sus respectivos ámbitos: Freud y el psicoanálisis, Klimt y el arte secesionista, Schönberg y la música, Schumpeter y la economía, Popper y como no, nuestro estimado Wittgenstein en la filosofía, que dio forma y contenido con el cuestionamiento y crítica del lenguaje, a todo este conjunto de nuevos renacentistas.

Una de las preguntas que nos podrían hacer es en qué época histórica nos hubiera gustado vivir. Quizás la Viena de principios de siglo XX podría haber sido la respuesta.Lo que sí podemos compartir con ellos ahora, es esa sensación de final de época, de disolución y tenemos también la oportunidad de como ellos, hacer de la contradicciones actuales, una síntesis en un nuevo renacimiento que marque como queremos vivir en el futuro. Estos tiempos líquidos e inestables no son tan diferentes de aquellos: volvamos a hacer que la historia se repita.

No hay comentarios:

Publicar un comentario