domingo, 20 de noviembre de 2011

El cuidado de sí mismo y de los otros: el coraje de la verdad


Uno de los planteamientos que desde siempre se ha realizado el Ser Humano desde que tiene uso de razón consciente es cuales son las cualidades humanas para formar las opiniones correctas y tomar las acciones adecuadas. Es algo que desde nuestros clásicos ha sido llamado como virtud. Pero: ¿cómo podemos llevar una vida virtuosa en los tiempos que corren?

Ya Platón plantea que el hombre tiene tres grandes herramientas: el intelecto, la voluntad y la emoción y que para cada una de ellas existe su correspondiente virtud: la sabiduría, que permite identificar las acciones correctas, saber cuándo realizarlas y cómo realizarlas. El valor permite tomar estas acciones a pesar de las amenazas, y defender los ideales propios. El autocontrol permite interactuar con las demás personas y ante las situaciones más adversas cuando se está realizando lo que se debe hacer para lograr los fines propios.

Para Sócrates la virtud se puede alcanzar por medio de la educación que debe fundamentarse en nuestra moral y vida cotidiana. La sabiduría se basa en la ética. Es el denominado intelectualismo moral: si alguien es buena persona automáticamente será sabio.

Para los estoicos la virtud es actuar conforme a la naturaleza racional del ser humano evitando dejarse llevar por los afectos o las pasiones.

Pero quizás el concepto más interesante de virtud es el que aparece en el renacimiento con Maquiavelo:  consideraba la virtud como la energía interna y activa del hombre, la cual podía vencer a la suerte o fortuna. La virtud no es sólo una cualidad interna como en la antigüedad, sino que depende también de las acciones exteriores, de los acontecimientos y el devenir de la historia. La virtud es también la capacidad de gobernar, de proporcionar estabilidad y orden e implica un grado asumible de ambición.

Y este nuevo giro en la visión de la virtud como algo también externo, es retomado por el filósofo francés Michel Foucault cuando en su revisitación de la Filosofía Griega entiende la misión de la filosofía como la constitución del sujeto por sí mismo, de tener cura de uno mismo de forma continua y permanente. Pero esto no puede hacerse sin tener en cuenta el elemento exterior: el juicio de los otros para la comprobación del propio valor.

Comprobamos pues que nuestra propia virtud y la de los otros está indefectiblemente relacionadas. Introduce Foucault entonces magistralmente como forma ideal de relación entre hombres que buscan la virtud el concepto de parrhesía, que puede ser entendido como el decir veraz, el hablar franco.


Lejos del hablar retórico que intenta persuadir para conseguir el propio interés, la parrhesía es una práctica que designa una virtud de alguien que se autoimpone como deber el decir la verdad, sin instrumentalizaciones ni intereses particulares, para dirigir la conciencia de los otros y los ayuda a constituir su relación consigo mismos.

El cuidado de sí mismo y de los otros pasa pues por una virtud escasa en nuestros días: el coraje de la verdad, que debe constituir el fundamento ético de cualquier democracia y es quizás la mejor forma de llevar una vida virtuosa actualmente a pesar de cualquier circunstancia adversa. Tengamos el coraje de hablar francamente y las cosas nos irán sin duda mejor.


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