lunes, 7 de noviembre de 2011

Afinar el presente: el desencanto como promesa


Dicen que en la vida, hay dos sensaciones primordiales: la de que estamos en el sitio en el que hay que estar para salir adelante y la de que vivimos en un exilio que no nos permitirá llegar a nada. Y la actitud que tomemos para afrontar ésta particular e intransferible sensación dependerá de nuestro carácter (ethos) personal. Un ethos que se basa en el autoconcepto que tengamos de nosotros mismos: de lo creamos y lo que valoremos que es importante y de cómo pensamos que nos ven los demás.

Pero para llegar a nuestra conducta final, hemos de pasar del autoconcepto al dominio de las emociones, para que éstas definan nuestro pensamiento y conformen nuestra actitud para finalmente materializarse en una conducta o acción final de respuesta. La cadena que conforma el ethos parece pues clara: autoconcepto de uno mismo, emoción, pensamiento, actitud y finalmente conducta o acción. Pero ¿cómo podemos influir en esta cadena? ¿Podemos cambiar éstas secuencias lógicas que a veces nos parecen inapelables?


Esto es posible y esta en nuestras manos. Básicamente existen dos formas de influencia clara: en nuestro autoconocimiento a través de la Filosofía y las Humanidades y en la gestión de las emociones mediante la recientemente denominada en Psicología, Inteligencia Emocional. Y como sabiamente dice el filósofo francés Pierre Hadot: hay que esforzarse en transformar la manera de ver el mundo, con el fin de transformarse a sí mismo. No se trata de informarse, sino de formarse.

Quizás hay que afinar como percibimos el presente aunque a veces el desencanto sea la promesa. Ante un mundo y tiempos tan inestables y líquidos como los nuestros, debemos tener la capacidad de cambiar y ser fieles al acto mismo de pensar, no a sus contenidos. Hegel decía que la Filosofía "es el tiempo captado por el pensamiento" y participar en éste diálogo en la que la Humanidad reflexiona sobre sí misma, sobre lo que es capaz de hacer y no hacer y sobre cómo lo hace, nos permite ir conformándonos a nosotros mismos y poder dar las respuestas más adecuadas como expone la filósofa Amelia Valcárcel.

Tratar de vivir de un modo específico, de llevar una vida de acuerdo con unos principios. De ser capaces de participar en la reflexión que la Humanidad hace de sí misma y de transformar conscientemente nuestro pensamiento y actitud, nos garantizarán que nunca vivamos exiliados de nuestra realidad y que nuestra sensación quizás felizmente llegue a ser la de aquella frase que se atribuye a Nietzsche: "Si ésta es la vida: ¡que vuelva otra vez!"

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