lunes, 13 de diciembre de 2010

Viaje a Canada: Otra Norteamerica es posible

Cuando uno viaja a Norteamérica lo hace inevitablemente con una cierta prevención a encontrarse con una sensación de "dejà vu", de no sorprenderse ante nada, de verse condicionado  y conocer todo de antemano, de a pesar de hacer un largo viaje, que este no sea una cierta aventura debido a la ingente cantidad de información e influencias de todo tipo que recibimos sobre esta parte del continente Americano por diversos medios de comunicación principalmente Estadounidenses.

Pero este no es el caso sin lugar a dudas de viajar a Canada, un país que sorprende desde un buen comienzo y no sólo por su inabarcables y espléndidos paisajes naturales sino por ideales como país que le hace tener un fuerte compromiso con la ONU desde sus inicios, por el  estilo de vida de sus gentes, por su diversidad cultural y respeto por las minorías, por tener varios idiomas oficiales  y sobretodo por ese contrapeso de tomarse la vida con calma ("slow live") que ejerce sobre su poderoso y estresado vecino Estadounindense del Sur. Un país con uno de los mayores niveles de vida  del mundo ,con apenas 33 millones de habitantes y una de las mayores extensiones, toda una sorprendente paradoja.

Y a pesar de que si el viaje se realiza en la costa este de Canada encontraremos grandes ciudades como Toronto, de idioma inglés y donde la influencia estadounidenese es innegable  veremos en cambio que si paseamos por Monteal la diferencias son ciertamente apreciables desde el idioma francés al regusto europeo del centro de la ciudad y sus cafes y restaurantes o su famoso mundialmente festival de Jazz.

Y si viajamos un poco más al norte a Quebec city la capital de la región francófona del Quebec y entramos en el espectacular  Hotel Fairmont de le Château de Frontenac, escenario de acontecimientos mundiales, dudaremos por un momento si nos encontramos en América o el centro de la vieja Europa en una de sus estrechas calles.


Y esta diversidad cultural no impide un estilo de vida basado en el respeto y reconocimiento a las diferentes lenguas, el fomento de la diversidad cultural con la acogida controlada de inmigración de todas las partes del mundo, la Sanidad universalizada, la prohibición de posesión de armas, el desarrollo de una economía innovadora y el compromiso con los derechos Humanos como miembro fundador de la ONU.

Sin duda este liderazgo moral y cultural es influenciado  y sobrepasado por sus grandes parajes naturales, una naturaleza desbordante en estado casi primigenio que invita a visitarse en sus grandes distancias lentamente en coche a esa sabia velocidad máxima de 100 Km por hora que impone sus autopistas para el disfrute del viajero observador. Y encontraremos en el camino entre Montreal y Toronto las literarias y fascinantes Mil islas donde navegar entre ellas da una sensación de descubrir una nuevo mundo en cada instante.

Y el imponente final del viaje natural esta un poco más al Sur, en la frontera con su atribulado vecino del Sur Estadoudinense, en las fílmicas Cataratas del Niágara con una fuerza desbordante que suena a grito primigenio de una Naturaleza que a pesar de nuestros esfuerzos no se deja dominar.

Y como punto y final del viaje y volviendo al mundo que podemos manejar a nuestra medida, la creatividad musical de los Canadienses es de sobre reconocida desde el comentado festival de Jazz a músicos como Bryan Adams, Neil Young o mi favorito Leonard Cohen estrechamente relacionado con nuestro país y cuya música muestra esa rebeldía inteligente contra las esclavitudes de la actualidad y el mundo moderno. Una música elegante y comprometida como su país.

Os adjuto el video de Leonard Cohen con una de sus canciones principales "First we take Manhattan" con una magnífica letra, toda una  alegoría de una invasión poética de la famosa isla de Manhattan y una proclama contra los dictados de la moda de su vecino del Sur: quizás el ideal de Canada en una canción...




2 comentarios:

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  2. Exquisita explicación que invita a visitar -si bien en la imaginación- un País que despierta admiración. Quizás la explicación radique en la importancia de la educación, en la posibilidad que tienen sus habitantes de compartir sus culturas, de participar de los bienes comunes y en el buen hacer del respeto por lo ajeno, que a la postre es también lo própio.
    Recuerdo la imagen que de pequeño tenía de Canada: un país de oportunidades, de riqueza y exhuberancia natural: grandes bosques, grandes árboles, grandes lagos y sobre todo grandes ideales. Un país de emprendedores, abierto a los espíritus inquietos y a la gente de bien. Cuando la crísis azota con crudeza y la mediocridad que deriva de la falta de cultura amenaza nuestro sentido común, siempre nos queda la esperanza de revivir un nuevo Canada.

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